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Al rescate de la memoria perdida del flamenco

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A pesar de que el flamenco siempre se ha interpretado como una de las más contundentes muestras de dolor que jamás ha expresado el hombre a través del arte, lo cierto es que los temas que recogen este tipo de cantes casi siempre se centran en el intimismo. Son prácticamente nulas las referencias hacia los problemas sociales, salvo muy contadas excepciones. David Roldán, flamencólogo visueño, ofrece una explicación ante tal paradoja: el flamenco fue fuertemente represaliado durante el franquismo. “Siempre hubo letras subversivas contra el orden establecido, es la razón de ser del flamenco, pero con la llegada  del franquismo fueron censuradas, y sus cantaores, represaliados. Fue entonces cuando se fomentó la copla y el llamado flamenco de ida y vuelta, mucho menos peligrosos. Ahí de donde surge el tópico que aún perdura hoy día, de que el flamenco es un arte de charanga y pandereta. Pero no siempre fue así”, señala Roldán.

Para rescatar la historia olvidada del flamenco, el Colectivo Ecopacifista Solano, al que pertenece, organizó el pasado jueves en El Viso del Alcor una conferencia-recital titulada “Memoria Histórica del Flamenco”, que coincidió además con el 80 aniversario de la proclamación de la II República. Porque un cante vale más que mil palabras, la conferencia se ilustró con canciones flamencas rescatados del olvido, interpretadas por la voz de Antonio “Colchón”, y con Manuel Palacios al toque. Tal fue la pasión que ambos le pusieron a la actuación que incluso el guitarrista se partió una uña durante el transcurso de la misma.

Actualmente este arte recoge muy parcialmente los problemas cotidianos, olvidando casualmente la temática social. “Las denuncias que se realizan en el flamenco son extemporáneas y personalistas, no tocan la realidad social de la época”. Algo cuanto menos extraño, pues va contra su propia idiosincrasia. Las alegrías de Cádiz aparecen como cantes satíricos contrarios a la invasión francesa, la precariedad laboral de los mineros originó los cantes mineros-levantinos, y la de los herreros el martinete. La soleá, la seguiriya, el fandango o la toná.

Los cantes olvidados que interpretaron los maestros siguen abofeteando hoy día conciencias:

Que un entierro va a pasá / rico quítate el sombrero / que es la hija de un obrero /que ha muerto de trabajar / pa’ ganarte a ti el dinero.

Se han levantáo mare, qué barbariá / Ahí en las minas, por cuestiones de jornal / y la tropa está cargando, a bayoneta cargá

En la boca de una mina, yo vi una mare llorá / en la boca de una mina, con un niño chiquitito que sólo decía papá.

Que de qué me mantenía / me preguntó a mí el fiscá / y yo le he dicho robando / ¿y cómo se mantiene ussía? / pero yo no robo tanto

Posteriormente, figuras consagradas de la época, como Manuel Vallejo, La Niña de los Peines, Juanito Varea o Angelillo, celebraron el advenimiento de los cambios sociales que traería consigo la II República. Algunas de esas letras han perdurado en el imaginario colectivo: Qué bonita está Triana, cuando le ponen al puente banderitas republicanas”. El flamenco no fue ajeno a la edad de plata de la cultura española, y surgieron colombianas dedicadas a las reivindicaciones autonomistas, campanilleros cantando a la igualdad y milongas dedicadas a Gil Robles.

Con el golpe de estado, la gran mayoría de los cantaores que no pudieron exiliarse fueron represaliados. Otros, como Guerrita, Luis Maravilla o José Cepero, fueron denostados y llegaron a pasar miserias. El flamenco se empezó a observar con recelo, y quedó recluido a fiestas privadas de señoritos. De esa época procede la preferencia actual de la forma sobre el fondo. “Importa más la técnica y el pellizco que el propio contenido, aunque lo que se canten sean partes estructuradas en tercios que no guardan relación entre sí”, lamenta.

Durante el franquismo, las manifestaciones de protesta fueron anecdóticas. Famosa es la letra que un saetero espontáneo de Mairena del Alcor le canto a la Virgen de la Soledad de su pueblo: Ay virgencita de la soleá / que mal acompañá gitá tu andá / si malos son los de adelante / más malos son los de atrás. Ni que decir tiene que la letra iba referida a la comitiva que escoltaba el paso, encabezada por los señoritos del pueblo, situados delante, y por la Guardia Civil, tras el palio.

No sería hasta la época tardofranquista, en la época de los 60, cuando no se revalorizara el flamenco, gracias sobre todo a la figura de Antonio Mairena. Surgen entonces cantaores realistas: El Cabrero, José Meneses o Manuel Gerena son los principales exponentes de la vuelta a los orígenes críticos que ahora empieza a experimentar nuestro tesoro más preciado, nuestro bien inmaterial legado al resto de la humanidad. Porque sólo hay algo peor que el que no puede decir nada: no tener nada que decir.


Archivado en: Análisis, Cultura, Música, Sevilla

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